Estimado
amigo Manuel.
Ante
todo quiero agradecerte esta noche tan flamenca que nos has dejado y que ha
inundado cada rincón del salón del Restaurante Los Ángeles.
Mucho
arte se derramó allí junto la guitarra
del maestro Pepe Núñez que es sin duda alguna un puntal de este ciclo y un
puntal en la guitarra flamenca.
Manuel
esa soleá en memoria de tu abuelo Tío Gregorio, estoy muy convencido que allá
donde te escuchara lloraría emocionado como lo hicimos muchos de los que te
acompañamos esa noche magistral. Solo había duendes, solo había un eco
estremecedor con esa voz quebrada ansiada de dolor que nos trajo a La Fortuna
los sufrimientos y los padecimientos de este cante nuestro como es el flamenco.
Ecos
legendarios por martinetes, duelo y luto por siguiriya, a pasito lento por
tientos, un carcelero que amarra las rejas de la cárcel como si de él fueran
propiedad. Fandangos cargados de emotividad, tarantos que salen de lo más hondo
de las entrañas del corazón de la tierra para llegar al tuyo y expresarlo con
tu garganta. Y una pincelada por bulerías con una guitarra sorda como
enmudecida por toda una noche que nunca olvidaremos.
Querido
amigo.
No
pierdas nunca esa forma de cantar, no pierdas nunca esa forma de sentir. Estoy
plenamente convencido que así será. Porque tú eres flamenco dentro y fuera de
un escenario.
Nos
lo demostraste con tu generosidad haciendo cantes al golpe sobre la mesa que
hay junto a la barra, en familia cuando ya nos quedamos solos.
Esa
soleá por bulerías que nos trasportó a otros tiempos lejanos, pero a la vez
cercanos.
Vivir
esa experiencia cantada intercambiándola con vivencias personales dentro de tu
entorno familiar, hicieron que te conociéramos un poco más.
Gracias
amigo, gracias de corazón.
Ojala
el tiempo te dé el sitio que mereces.
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