Lo de noche por sorpresa en
Villa Rosa, no es ni más ni menos, que no sabía que artistas había, y menos que
estaba Marcos Flores como artista invitado.
A pesar de que me quedé sin
batería en el móvil, para hacer algunas fotos, que tampoco es que importe mucho
porque yo no soy muy bueno haciéndolas, pero siempre sirven como de recuerdo o
complemento de lo que aquí escribo.
El cuadro estupendo, Marcos
Flores, como bailaor invitado, José Jurado y Tamar González en el baile, David
Vázquez en el cante y la guitarra de Antonia Jiménez.
La noche abre por siguiriyas dramática,
con poca luz, en sombras, la guitarra de Antonia y la voz rota y con quejido de
David, rompía el silencio de una sala expectante que querían saber que pasaría.
Van subiendo uno por uno los
bailaores, primero Marcos Flores, dándole paso a Tamar González y esta a su vez
a José Jurado, bailaron los tres a la par, aunque cada uno de ellos dejó sobre
el escenario su forma de entender la tragedia de la siguiriya.
Posteriormente, José Jurado
rompe esa agonía de la siguiriya, para transpórtanos con su elegante baile, al
ritmo más liviano y más frenético de las Alegrías de Cádiz. José las conoce y
las siente cuando las baila, tiene mucha presencia en el escenario, participa
de cada momento como si fuera la última "pataita" que se va a dar.
José es un bailaor de futuro, con una visión muy personal de lo que hace.
Tamar González cambió de
tercio y se nos fue por Soleá. Su figura serena, sobria y profunda, expresaban
perfectamente las formas de unas soleares que sin duda alguna no son fáciles de
bailar, o por lo menos de bailarlas bien. Pero Tamar sabe bailarlas, sabe
expresar con sus brazos, con sus piernas con el cuerpo, que una soleá es eso,
la soledad de una persona.
Marcos Flores es
soberbiamente personal, baila para él, para disfrutar él, para saborear su
propio baile, y lo consigue de tal manera que eso nos llega al público, expresa
lo que baila con todo su cuerpo, con toda su alma, con todo su corazón. Marcos
mete al público en su baile, lo hace suyo, nos hace partícipes de sus
expresiones, de sus movimientos, no es para nada un bailaor estático, es dinámico
tiene la necesidad de expresar en todo momento lo que está haciendo y porque lo
hace. Sus bulerías por soleá, fueron el broche de oro de una noche brillante.
David Vázquez, es un cantaor
hecho así mismo, su voz, peculiar, rajada, su estilo personal de cante hacen de
él que sea un cantaor único, forjado en el ser de las escuelas profundas y
añejas del cante.
Antonia Jiménez acaricia su
guitarra con amor, con dulzura cuando se lo pide, pero con rabia cuando lo
necesita, sabe tocar para cantar, sabe tocar para bailar y sabe tocar en
solitario, todo es arte en ella.
Gracias por la noche
ofrecida.
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