viernes, 29 de agosto de 2014

Las Tablas un rincón para disfrutar

 El Nuevo espacio Escénico Las Tablas Flamenco, es un sitio que tiene su encanto, se sale de lo normal que uno piensa que es un tablao. Pero entre sus paredes encierra mucho arte, mucho duende, mucho flamenco.
Casi finalizando el mes de agosto, nos presenta todo un recital flamenco digno de ser mencionado. Antonia Moya, Marisol Navarro y Carlos Carbonell en el baile, Juan Debel en el cante y Niño de la Manuela en la guitarra.
Antonia, Marisol y Carlos, abren la noche por Sevillanas, bailándolas con estilo, con respeto, con seriedad, pero eso sí, son sevillanas, no es un baile trágico, es fiesta, y esa fiesta se traslada a Las Tablas para abrir una noche en donde poco a poco empieza a salir el duende.
Y lo hace con Antonia Moya, bailaora que respira arte por todos sus poros, ella es dueña y señora del escenario que pisa. Y cuando lo hace por tientos tangos, hay que rendirse a sus pies. Pasito a pasito lento nos mete en el tiento, ese tango desacelerado que reposado pellizca el alma. Y sin más rompe por tangos para rematar por todo lo alto.
Marisol Navarro subió al escenario con desparpajo, con soltura con altanería, está bailando por Alegrías, ese baile que nos hace respirar los aires de la bahía gaditana y nos traslada a otro mundo. Con que salero, y nunca mejor dicho, con que salero mueve su bata de cola, como si intentara recoger toda la sal de la bahía y ponerla a disposición del público . Marisol baila porque lo vive y lo siento y eso se nota.
La noche la cierra el bailaor Carlos Carbonell por Soleá. Pisa el escenario con seguridad, expresa con su cuerpo lo que su alma siente, el tiene la llave del baile por soleá, en esta noche, Carlos nos recordó a los viejos maestros en su juventud, con su propia personalidad y marcando siempre su destino de bailaor. Es elegante, tiene fuerza expresiva, tiene duende, tiene un don...
La voz de Juan Debel siempre es un placer escucharla, ese estilo de voz rota, ese estilo de voz propia, esa forma de hacer los cantes, de llevarlos a su terreno, hacen de Juan un cantaor personalísimo, único y excepcional.
No cabe duda que estar bien acompañado por una buena guitarra hace mucho, pero si es la del maestro El Niño de la Manuela, la noche ya puede retirarse porque ya estamos cubiertos, su guitarra fluye desde lo más profundo de la caja hasta el último traste lejano de una guitarra que acariciada por él suena a gloria.

Gracias a todos por esta noche maravillosa.

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